Estoy chocha. Con sólo cambiar de hemisferio, mi talla de bombacha se redujo al instante. Pero nada es perfecto. Por relación inversamente proporcional, los pies me crecieron dos números. Lo que sí me hace sentir bárbara, es haber dejado allá, la tirante boludez de tener que estar re-flaca, re-divina, re-rubia y con un culo de re-vista. Acá arriba en cambio las buzardas se pasean con desparpajo. Y te da ganas de abrazar a todas esas panchas europeas, que disfrutan llevando orgullosas un bikini XXL. Te enseñan de un sopapo que son modelos de libertad no depilada y enseguida, hacés las paces con tu denostado cuerpito. De la dictadura autoimpuesta de querer parecerte a una top model pasas al top less del qué me importa. Y por primera vez te sentís de verdad una diosa. No te van a piropear: acá nadie te mira. Así que probás una playa nudista. Y ahí nomás dejás tirada tu entrenada histeria de objeto satélite. Para sujetarte fuerte al centro de tu dignidad, más allá de cualquier mirada. Si estabas acostumbrada a las etiquetas del mundo bidimensional, gorda-flaca, morocha-rubia, linda-fulera, cheta-crota, vas a descubrir que para tu interlocutor europeo, vos quedás reducida al monoteísmo de una única categoría: sudaca. Eso es lo que sos ahora en el viejo continente. Y tu primera conquista de inmigrante latinoamericano será comprarte un «celu». Y así como vas entrando en red, vas entrando en rutina. Se te diluyen la novedad y el entusiasmo. Si hasta te parece normal vivir sin miedo ni malas noticias. Cada día estás más cerca de la sociedad de bienestar y más lejos de vos y la revolución. Y si mañana es como ayer otra vez, te vas hipotecando con créditos que terminan en el próximo milenio. ¿Mi mayor logro? Agotarme en cuotas infinitas para pagar un coche híbrido. Ni deuda externa ni FMI ni Banco Mundial. En esta glamurosa celda te metiste vos solita. Un código digital te dio la entrada. Y para saber en qué fase estás del puchereo financiero, sólo tenés que abrir tu heladera boreal: mishiadura desesperante, vacío existencial, tarjetazo compulsivo, opulencia súbita, endeudamiento adictivo. Y así te vas organizando: los lunes clases de folklore, los miércoles clases de tango, viernes por la noche, cumbia villera y la playlist de Charly y Los Abuelos. Los sábados coro argento y por la tardecita, meditación con Spinetta, León y palo santo. Los domingos, la voz de La Negra y un mate amargo con peperina trucha, para engrupir al hambre y la distancia. Y al mediodía, esperando a que suban esos ñoquis que te vas a morfar, le hacés dúo al Polaco en cada estrofa de Naranjo en Flor. Sufrir, amar, partir. Canciones resucitadas de Serú Girán, son parte de mi religión. Y en mi altar inmaterial, una guitarra que no me traje, ese abrazo que me llevé, el partido de fútbol que me perdí y la polenta que me da El Pelusa. Yo te avisé. Es una fiebre, un pastiche. ¿Y ahora qué? Si quedara yo atrapada acá… no vería la razón de seguir viviendo sin tu amor. Ni Borges pudo zafar de este mal. Y en un poema lo confesó todo. Sus años en Europa fueron ilusorios para él: estaba siempre en Buenos Aires. No te sorprendas entonces si mi melodía es de arrabal. No es que yo quiera volver. Es tu voz que vuelve a mí… en esta tarde gris.
Muy bueno Adri !!!!El 1 may. 2022 19:26
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Excelente!!!!!! Realidad pura y dura pero con poesía !!!! Voz tanguera y bien argenta con las palabras justas para saber que es ahora! es hoy! Sentimientos a flor de piel que ponen los pelos de punta! Ternura de el destierro elegido…por propia voluntad….me encantó de todo corazón…lo escribo sin siquiera pensarlo
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Gracias por leer, por darme polenta para seguir con esta epopeya cayengue 😉 te llevo para que me lleves! A ver por dónde va Martina… nos estamos leyendo
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Me gusto mucho Adri. Gracias
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Gracias por leer, me alegro que lo hayas disfrutado, hasta la próxima entrada de Martina! Saludos mil
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