carta 1: es amor lo que sangra

Europa, noviembre 2020

Vos creés que lejos de la frontera celeste y blanca vas a ser libre. O feliz -acaso sea lo mismo. No sólo lo creés, estás seguro. Olvidás que de chico te clavaron la escarapela para siempre. Será tu corazón el que sangre, cuando estés colgado de la cúpula del primer mundo. Vos aún no sabés todo lo que amás. No tenés ni idea de la extensión de este amor. Nunca vas a estar afuera. Ni arriba. Si no cada vez más en ella. Creíste que salías pero te vas aferrando más hondo, hasta que sea una bandera todo tu cielo. Miráme a mí sino: un fantasma en lunfardo al otro lado del charco. Y van veinte años. Es cierto, veinte años no es nada. No soy Gardel, pero este es mi refrán: ya no importa la orilla. Aunque tengas pasaporte de la Unión, vas a estar más separado que nunca. Llorando tu reino del revés como lo querés recordar. Un país feliz. Una tierra de paz. Como si fuera cierto que alguna vez pasó. Estas muerto de amor por ella. Pero no se lo decís en voz alta. Te hacés el boludo. Y en esos domingos híbridos, con cualquier excusa, vas a llamar a todos los números de tu chat que empiezan con el 00-54. Te van a preguntar y mentís que estás bien, que tenés laburoGambeteás con elegancia alguna envidia o una resentida admiración. Te van a dejar claro sin decírtelo, que tu vida es fácil y que tenés un culo bárbaro y que tu suerte da asco. Que vivís en un paraíso. Que te salvaste. No te importa lo que digan. Vos no querés estar sola y seguís escuchando. Tenés hambre de acento y de código. Y estás deseando que empiecen ya con sus quejas de bandoneón. Este país no tiene arreglo. Todo es una mierda, vos no sabés cómo está la cosa acá. Pero vos sí lo sabés, desde siempre: es el disco rayado de tu infancia. Te sabés los surcos del vinilo y los estribillos de memoria. Canciones de cuna de tu querido país imposible, siempre peor que nunca, siempre empezando de nuevo para estar en el mismo lugar. Te duele un país en todo el cuerpo. Dolor que no tiene fin, siempre hay más. Y te das cuenta: sos un masoquista congénito y la nostalgia es tu grupo sanguíneo. Borges lo supo siempre. Amor y espanto. Y al día siguiente, una noticia digital en otro idioma te dice que el Diego se fue. Parás el reloj con una bofetada de silencio. Se detiene el giro contrario de tu hemisferio norte, para ponerte del revés. Dibujás un diez imaginario en tu bandera de cielo. Y por un instante resuena un himno. Con gloria morir. Soltás un llanto que te esperó apretado por veinte años. Y tenés una revelación: el paso del tiempo no hace otra cosa que acercarte cada vez más. Estar lejos es ya insoportable. No te confundas. Que no es ésta la canción para mi muerte. Te sonará a tango, pero es mi canto triunfal. Mi marcha de la bronca. Tiene que sangrar la herida para que haya curación. Negro, rojo y blanco. Esta es mi otra bandera ahora: de la oscuridad a la luz solo pasás a través de la herida. Yo todavía estoy esperando que amanezca. Mi herida va a brillar. Mi amor, en esperaMientras estés al otro lado: vos sos mi tierra y mi promesa. Y el océano, será una magia entre nosotros. Volver o no volver, es la medida de mi angustia. Tal vez nos sintamos todos en exilio de alguna manera. ¿Y si estamos volviendo? Antes que sea demasiado tarde. No sé todavía cómo o cuándo. No sé si al regresar, sabré reír. O llorar. Mientras tanto solo tengo estas cartas. Falta envido y truco. Mi Rayuela desordenada para saltar hacia vos y hacer como que vuelvo. Con la frente marchita. Y bajo la tintura, las nieves del tiempo.

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