Y ahora te puedo confesar, que me vine hasta acá con un catálogo mental como un tango oxidado. Creyendo que en el grado primero superior del mundo, era todo perfecto y fácil. Compré bueno, bonito y barato. Que todos los que tienen facha y son mejores amantes se guardaban en una bota italiana. Que lo rústico, temerario y tozudo se concentraba en la cabeza de toro de una Península Ibérica. Que lo chovinista pedante y fifí brillaba en una estrella con la forma de Francia. Que los piratas sólo pueden ser ingleses. Y en una misma bolsa me entraba todo el frío nórdico con cara de rubios angelitos yo no fui. Por suerte pude rasguñar las piedras de esa torre. Y atravesando el muro de mis prejuicios, descubrí que nada es como parece. ¡Si todo estaba globalizado desde mucho antes! No se inventó en Silicon Valley ni está dentro de la tecnología de tu celular: ¡la conectividad somos nosotros! Esa diversidad que dispersa y reúne. Nos separa y nos atrae. Mirános sino, ahí abajo en el embudo del mundo. Los gallegos nos trajeron las vacas y las guitarras, nos llenaron de cruces y vírgenes, eñes y chés. Los ingleses, nos dieron el fútbol para ser eternos, un faro en el fin del mundo y gruesos durmientes para un tren sin retorno. Los tanos, la Nona, el Nonino y el volcán de la tanada para sacudir a todo el barrio a la hora de la siesta. Los franchutes, al Troesma Carlitos y otras queridas inmortales como Ivonne y Griseta. Los alemanes, el bandoneón, para más melancolía. Los suecos, aquel barco vikingo con los colores de Boca. África toda, candombe y milonga. Gitanos, árabes y judíos, la bendición de un humor a prueba de todo y esa pícara calidez. Y vos América, mi piel india, mi sentimiento gaucho. Viste qué fácil logramos tan buena armonía en la mezcla musical, y qué difícil conseguirlo en la convivencia sobre esta pampa de horizonte infinito. El único lugar de la tierra donde puede caminar Dios a sus anchas. ¡Tanto espacio y no hay pie que valga con este cuatro de copas! Encima que somos unos pocos ¿todo el día guitarreando… o a los mamporros? Perdiendo por completo la cabeza en un final reñido. De metejón en metejón, y aún no avanza este noble potrillo. Pero si insisto, yo sé muy bien, te conseguiré. No voy a aflojar justo en la raya final. Tengo que confiar en mi amor. Algún día seremos todos juntos buen equipo y no importará que la pelota sea de trapo. Mi paisito de pochoclo, si te llevo para que me lleves ¡qué libres vamos a crecer!