A esta altura, ya nos conocemos. Hay confianza, contáme ¿de qué huis? ¡Del país! me vas a decir. Del transformador que te consume lo mejor que tenés… que te pide más y más ¿no? De las chicharras de la mente. ¡Los dinosaurios van a desaparecer por fin! Del yo no quiero vivir paranoico. ¿Es eso? En el fondo, bien en el fondo ¿de quién te querés pirar en verdad? Yo me di cuenta mucho tiempo después. Te podría escribir sus nombres en un papel todavía más chico que la servilleta de este bar. Quería zafar de esa lista íntima de queridos allegados. Del dolor, la impotencia, el miedo o el amor que desataban en mí. Tenía que ocultarme. O huir. Para no ver qué pasa, sino pasar de largo. Hacerme la rabona. Pero sin gol. ¿Serán inevitables los vínculos de los cuales uno no desea más que escabullirse? En lo posible, para siempre. Más tarde supe, no hay nada que pueda resolver acá, si no lo resuelvo allá primero. Y encima acá va a ser más difícil. Solo es una forma más de demorarse. Aunque cambien los actores, pronto te sorprendés otra vez ensayando los mismos diálogos de siempre. Creías que era un nuevo libreto, pero sólo te cambiaron la escenografía. Y cuando sea la sombra tan grande que ya entorpece tus pasos, empezás a sospechar que vos sos tu único perseguidor. Y no se puede estar toda la vida huyendo de uno mismo. ¿Y ahora? ¿En qué hondonada esconderé mi alma? La cobardía y el autoengaño venían con fecha de caducidad y nadie me avisó. Vas aquí, vas allá, pero nunca te encontrarás al escaparte. Como un pájaro sin luz. ¿Ese pozo ciego, tiene algo que ver conmigo? ¿Y si cuando miro dentro me asusto de lo que hay? Este exilio es un desierto que no hace más que drenar honestidad. Sin filtros ni vergüenzas, salen a flote mis debilidades a plena luz del día. Charco sucio y un zapato olvidado. Mejor afuera que adentro. Y más allá… la inundación. Casi me pierdo en esa noche oscura, pero desperté. No sabía que tenía que hacer tantos kilómetros por tierra, por aire y por mar, sólo para mirarme al espejo. Y menos que acá iba a entrenar por primera vez, los músculos que me hacen vulnerable. Linda broma me jugó este raje planificado. Jamás pensé que fuera la sinceridad quien viniera al rescate. Necesité todo este tiempo y todo este espacio que puse entre medio. Sólo así y al fin, y sin quererlo, curé mis heridas y me encendí de amor.
Fiel retrato de tantos y tantas argentinas emigrantes. Y, la frase «Y no se puede estar toda la vida huyendo de uno mismo.» me hizo recordar aquel tema de Moris de su 1er LP donde cantaba «De nada sirve escaparse de uno mismo». Hasta la próxima semana.
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Gracias Gus, tal cual, grande Moris! ¡Tantas veces hemos tarareado esa estrofa de ese tema infinito! Tan actual ahora como entonces, un clásico. Abrazo y espero encontrarte en la próxima carta 😉
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Está buenísimo Adri 🧡
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Me alegro que lo hayas disfrutado 😉 Gracias por leer, espero encontrarte en la siguiente. Un fuerte abrazo amiga
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