carta 14: no se desesperen

Si creía que en el mate tenía un desgobierno tripartito entre el yo, el ello y el superyó, acá me di cuenta que vengo equipada con extras. El bocho argento es un boliche con más bochinche. Tengo de yapa, mínimo, cuatro voces más, también en pugna por agarrar la manija: la voz crítica y mordaz de Clemente, la sensatez de Mafalda, el cuelgue místico del extraño de pelo largo y un enano facho en franca decadencia. Y encima mi libre albedrío, no me deja hacerme la sota. ¿A quién le doy boliya? Pero detrás de toda colifata, se esconde una mujer sabia. El exilio fue mi portal de iniciación. Con tanta ausencia, no tuve más remedio que practicar eso de conócete a ti mismo… para llegar a la conclusión: sólo sé que no sé nada. Pero no hace falta irse tan lejos para iluminarse. Yo te garantizo que podés alcanzar el nirvana allá, en la Argentina. Un ispa con las condiciones óptimas para la búsqueda y la revelación espiritual. Enseguida nos seduce eso de que todos somos uno. Una forma rápida y fácil de resolver el cambalache de nuestra identidad y librarnos de esa manía de analizarnos tanto sin resultados prácticos. Bajo la eterna dictadura de la inflación, te volvés un gurú del desapego. Todo lo que hoy te ganés deslomándote, mañana no vale nada. La guita es tan volátil como tu sudor de laburante. Entendés así, que lo material es pura ilusión y ahorrar, utopía. Si te cayó la ficha de que nunca vas a tener nada estable ni tangible que no sea afanable, de esa frustración material pasás directo a la contemplación. Empezás a meditar y vés más claro que nada tiene lógica. Resignada la etapa de profeta justiciero consagrada a desenmascarar conspiraciones, te empecinás en la cruzada devocional de quererle encontrar el sentido esencial a la realidad. Y de tanto pensar y filosofar y estudiarte el decálogo de todas las religiones, te das cuenta que tampoco es por ahí, porque seguís en el laberinto y las piezas del rompecabezas nunca encajan. Y entonces te dedicás a la poesía que es la única verdad. Aceptás que no controlás nada. Y entrás en la oscilación cuántica del devenir: un día sos rico al otro día sos pobre, un día sos Gardel al siguiente sos un boludo, hoy te idolatran, mañana te escrachan. Te amo, te odio, dame más. Y así vas uniendo los fragmentos. Llegás a la conclusión que las caídas y atropellos tendrán que ser parte del juego de la vida, o es tu amor un faquir. A pesar de tanta alienación, descubrís que no hay contradicciones que no se disuelvan en un chiste y leyendo de reojo la tira cómica del diario de otro, tenés un dejá vu ¡y alcanzás la iluminación con una aparición milagrosa! La voz de Carlitos que te susurra un refrán. La vida es un tango, si te resbalás, vos seguí bailando. Y ahí nomás conectás con tu esencia. Ya hiciste tu contribución en el mundo. Humildemente, dejás de quejarte y celebrás con gratitud la decadencia que te dio tanta sabiduría. Pasar una temporada en Argentina es ese perderlo todo y vaciarse por completo, antes de obtener la gracia. El debilitamiento necesario que precede a toda epifanía. Cuanto más grande la dificultad, más grande el premio. ¿Querés saber cuál fue mi revelación acá, en Europa? Que chorros, malandras y ventajitas hay en todos lados. Corrupción y mafia, no son marca exclusiva de fábrica nacional. De las pasiones humanas, no hay frontera que te salve. Y por más lejos que te vayas, siempre te va tocar garpar impuestos.

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