carta 10: estoy parada en el medio de la vida

Y a esta altura yo me pregunto ¿qué hago acá? Y vos tal vez me digas: fuiste allá para ganar ¿no? Ganar en Euros, en calidad de vida, ganar en seguridad, en experiencia. Pero en cambio tengo ese sabor agridulce, casi amargo, como si hubiera ganado algo, sin mérito. Que es como perder para adentro. Y además ¿por qué para ganar, tenía que perderte a vos primero? Así perdiendo, fui perdiendo todo. Un futuro, una identidad. ¡Un país entero me perdí! Pero ya estaba entrenada para perder y no lo sabía. Como un tango. Estaba llena de despedidas antes de irme. No te creas que es sólo algo mío ¿eh? Perder es el destino más probable en algunas latitudes. Somos expertos en default, equilibristas veteranos sobre la cornisa del riesgo país, tan cancheros con el fracaso, tan cómodos con la imposibilidad de cambiar. Excepto para encontrarnos más jodidos que antes. ¿Nos asusta tanto que algo funcione? Es el anhelo de triunfar como un consuelo ya. Porque el verdadero éxito nos da pavura. Como todo lo que no se conoce. Es mucho peor que perder un partido siempre. Es dar por cierto que vas a perder antes de salir a jugar. Y esa frustración anticipada, es tan contagiosa. Es perfecta para poder echarle la culpa a alguien. A los de afuera, a los de arriba, a los de enfrente. Y así, seguir llorando los laureles que pudimos conseguir. Sueños de gloria que truncos quedarán yirando, yira que yira. ¿Quién arregló este juego? ¿Por qué construir un país para sufrir? Siempre cuesta abajo en la rodada. Nunca un batacazo. No se puede sufrir toda la vida. ¡Sáquenla un poquito, sáquenla! Y entonces comprendí, que para burlar la pérdida primero hay que aprender a perder. Después entendí, que sólo se gana la jugada de la vida de tres maneras: de puro milagro, rompiéndote el tujes o haciendo trampa. Y los simples y los chantas, algunas veces no tenemos más remedio. Necesitás hacer mula para zafar. Burlás al árbitro distraído, ponés todo tu ingenio para saltarte el reglamento. Estás convencida: te enjaretaron la camiseta perdedora de prepo. A esta altura de tu vida ya lo sabés: los muy importantes que escriben esas reglas para encadenarte al banquillo suplente sin jugar, son los pocos que para ganar siempre, engañaron a todos. Y esto es así en cualquier latitud del planeta. Hubo sin embargo un grande, que cumplió con la trinidad de ser héroe, dios y demonio al mismo tiempo. Un mortal eterno que ganó por todo lo que perdimos, o nos arrebataron. Y con dos gambas y una mano, aún exorciza todos nuestros fracasos. Él siempre salió a la cancha con confianza. Talento y un sueño lo arrojaron desde barro y pampa, al césped inmortal de la memoria colectiva. Y nos hizo vencedores a todos. Fue la mano de Dios. Esta es mi carta diez. Hoy empiezo andar el desexilio. Vamos a darle vuelta a esta milanesa. Si partir fue compulsión, volver… es mi decisión consciente. Y quién dijo que todo está perdido. Hoy me siento ganadora. Tenía que vaciarme primero, para llenarme de valor… es el coraje de querer.

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