¿Te acordás qué fácil era la lección de geografía cuando todo al Este, paredón y después, se llamaba URSS, Checoslovaquia y Yugoslavia? Acá me tuve que aprender los gentilicios que nadie me enseñó en la escuela. Y ya me sé por fin cuáles son todos los países de África y me enteré que Surinam, está en Sudamérica pero hablan holandés. El mundo es mucho más ancho de lo que creía. Patearon el hormiguero. Acá, está lleno de inmigrantes. Yo soy una más. No soy la excepción sino la regla. No hay nada de especial en mi desarraigo. Mi epopeya es la de millones. Y esto, es un conventillo de nacionalidades. Somos la peonada del primer mundo. La grasa de las capitales que hace funcionar la máquina. Los primeros antes de cada amanecer y los últimos cada noche cuando se termina el bailongo. Encendemos y apagamos la luz de esta fiesta. Los indispensables, nunca los convidados. Y hamacáte, porque acá sí que hay competencia. Voy a tener que pelar más que un ventrílocuo. Tenemos todos la misma hambre. Y no pedimos permiso, ni para morder ni para mezclarnos. ¿El resultado? Alucinante: ¡diversidad en estado puro! Aunque jamás vas a aprender a pronunciar bien sus nombres, te vas a hacer amiga de todos los que vinieron desde ese otro culo del mundo. Los vas a volver adictos al mate, al dulce de leche y al asado de tira. Y para ellos, vos enseguida quedás identificada con sólo dos palabras: Messi y Maradona. Tu denominación de origen. Y si hubiera un premio Nobel de la Empatía, ya te estarían postulando candidata. Porque los verbos que mejor sabés conjugar requieren varios participantes; si no estás en la hinchada, necesitás la hinchada. A falta de idiomas, aprendí recetas de cocina de todo el mundo. Amplié la carta de mi menú con platos que se comen tan sólo con cuchara ¿podés creerlo? Y así pude salir airosa de una fija de fritas a caballo y churrasco, para descubrir que las verduras son comestibles y encima, puede que incluso me gusten. Alma criolla, errante y viajera. Todo argentino que vuele a Europa, de repente resulta ser familiar tuyo, o un amigo, o un amigo de un amigo de un familiar amigo de un familiar. Y así comienza el otro peregrinaje. De allá para acá. Aterrizando sólo donde viva un calorcito argento. Y así van, de casa en casa, de amigo en amigo, hasta que fuimos casi veinte durmiendo en el sopi. Y yo feliz. Dando vueltas en mi calesita de cariño ambulante. En una mano, un paquete de yerba mate de la buena, en la otra, una Bananita Dolca… con semejantes premios, cualquier esfuerzo es poco. Y después de las primeras visitas, ya te avivás. Le mangueás a cada uno que se venga, que te traiga tus propias cosas y así empezás con ilusión tu lista de rescate: mi colección de Mafalda, la guitarra del ropero, ese poster arrugado, el dúo banderín y camiseta, el libro descosido de Juan Salvador Gaviota que nunca me terminé de leer, los vinilos que heredé de mi viejo, esa bombilla oxidada pero que jamás se tapaba, el termo que no chorrea, el gamulán inmortal, los borcegos y las botas salteñas, el alfajor de la marca de mi infancia que aún pervive y la remato con un imposible poncho tricolor que me tejió mi abuela a crochet y que ahora me parece una divinura. Y cuando todos mis nuevos amigos se entremezclan con los de allá que ahora están acá, en un quilombo políglota con más disparidad que la cambiaria, pasamos a formar parte de un colorido multiverso humano: cada uno tan diferente y todos juntos tan parecidos. Y justo ahí, más allá de toda pena, siento que la vida es buena y hay que hacerle el amor… sin tener que pedir perdón. Igual pronto el nombre de un tango me delata y no sé fingir. En la oscuridad te busco a vos… siempre. Ahora sé que la distancia no es real. Vos ya nunca me verás, como me vieras. Y yo, en la paz de la noche enamorada, en las entrañas de las cosas, en el dormitorio vacío, te quiero cada día más.
Excelente como siempre mucha poesía al final y emociona ni que decir lo identificada que me siento!!!!!
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